20 diciembre, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - LXXXVIII

Nada nos reconforta más que velen por nosotros, que nos cuiden con mimo, que nos hagan la vida fácil y que nos hagan cosquillas en un marco como ahora se dice adecuadamente sostenible, lejos de las cuestas arriba de andar pesado y cansino, de sortear peñascos abruptos llenos de peligros, o salvándonos de los fangos movedizos y ocultos que, confiados, nos engullen perdiéndonos en el más profundo túnel de la miseria.

Siempre agradeceremos -“ellos” piensan que son necesarios- los exitosos consejos televisivos de “todos los días un plátano” -tan rico en potasio- y que nos recordaba la existencia de las Islas Canarias, lugar de enamorados, donde no sólo había una hora menos, sino la infinita reserva alimenticia que machaconamente nos anunciaban. Y como las cerezas, que unas salen tras las otras, varios slogan publicitarios continuaron alegrando nuestras vidas: el dos naranjas mejor que una, el coma patatas, o aquel “de que hay mucho que hablar del bacalao”, cuando era producto barato y cuaresmal, en nuestros días convertido en articulo de lujo.

El IPC actual se le ha ido de las manos a Zapatero, como otro de sus muchos juegos malabares rociados de fuego en un escenario de dudas y cortinas de falso satén. La razón debe de estar en su dedicación constante a su mesiánica “alianza de civilizaciones” cuya supuesta colaboración nadie conoce, dejándonos además engañados por su promesa de que dentro de un año estaríamos mucho mejor, cuyo momento del vaticinio es mucho mejor no recordar. Ahora, en los umbrales navideños, bajo el dintel de las luminarias que incitan al consumo, el Gobierno nos aconseja comer conejo, pero sin darnos la receta.

Pienso en el pavo relleno, en el capón cebado, en el lechazo asado, en el solomillo trufado, o en el bodegón de marisco en el centro de la mesa y todo me parece muy osado, muy comprometedor, y hasta incluso con tintes pecaminosos. Un riesgo para nuestros bolsillos de colesterol alto, más necesitados del crédito fácil publicitado en la televisión matinal, cuyo único remedio parece en el estar consumiendo conejo, según nos dice un Secretario General del Gobierno de Zapatero. Hágase guisado con patatas o a la brasa, comprándolo según nos aconsejan para que lleguemos a final de mes en las mejores condiciones, antes de entrar en la cuesta de Enero, que ya lo es de todo el año.

Por la boca muere el pez y el presumir de lo que se carece, son constantes universales cada vez más elocuentes en aquellos que más exigen, principalmente. La falsa progresía, más hija del fracaso individual y de la envidia, con aliños de odio en ocasiones, siempre demandó un arco parlamentario democrático y libre, como principal fuente del Estado de Derecho, donde el imperio de la Ley y la legalidad vigente, marcaran las reglas del juego, obligados a su cumplimiento. Sin embargo, ahora, aquí, en nuestra Comunidad Valenciana, prisioneros por las cadenas de su mimetismo catalán, claman al cielo por el cierre de los ilegales repetidores televisivos instalados con nocturnidad y alevosía por una asociación panfletaria subvencionada por la Generalitat Catalana, que dirige el “mayor mercader del reino”, ese que se llama Eliseo Climent: el que se viste con largas túnica culturales para ocultar, ningunear y despreciar la que es propia de nuestro viejo reino valenciano: su historia tan diferenciada. Y lo intenta, al igual que lo hicieran monarcas y cortesanos en su siglo de decadencia, cuando rociaban sus ropas de perfumes para ocultar el hedor que despedían sus cuerpos.

Y a mí que me registren, porque mis manos blancas e impolutas no son culpables de nada: es lo que debe de pensar Solbes, el hermético Ministro de Economía, que cuando habla, lo hace con voz baja, con frases cortas, ceño fruncido y algo mosqueado. Sin embargo, ahora nos hecha la culpa por nuestra torpe contribución, la que nos hace llegar a final de mes con los bolsillos escasos, por no decir vacíos; y nos dice que la razón de nuestra débil economía doméstica está en la proliferación de las propinas, cuya cuantía no sabemos valorar, lo que debido a su constante estipendio, incluso en las horas del café, aquel de ochenta céntimos la taza ya fenecido, nos impide engordar nuestra libreta de ahorro cada final de mes. La regañina, algo suave, es fruto de Zapatero, paternal y generoso como pocos, advertidos como estábamos por él mismo para la actual legislatura, con un nuevo talante que nos iba a sorprender a todos.

Estamos en los días previos a la Navidad, los de las compras y regalos estirando nuestras posibilidades hasta romperse la goma que sacudirá nuestras manos. Menos mal que velan por nosotros y que nunca nos hemos encontrado tan protegidos, confiados en la bondad del conejo, reciclados para bien en la práctica de la propina y confiados en la bondad de un próximo año económico que nos augura Solbes, nacido en el Pinoso. Murphi en su magistral murphyología, dice que cuando las cosas parece que ya no pueden ir peor, empeoran. En cambio, el ministro económico le da una patada a la teoría, y nos anuncia compungido en la TV matinal, esa que no le gusta a Rajoy, que cómo la inflación está tan alta, lo normal es que baje. A algo nos suena el vaticinio, y lo normal es que en los próximos días todo vuele por los aires, en la “Terminal cuatro” de cualquier mercado de barrio en el momento de la compra del conejo pascual.

Hagamos cocido en nuestro Perol en estas fiestas navideñas, tan tradicional como nutritivo, y olvidemos por unos días de tantos farsantes, empeñados como están en tanta manipulación, en tanta mezquindad, y alcemos los mejores deseos para todos sin olvidarnos del aguinaldo, aunque eso sí, convirtiéndolo antes en pesetas.

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