05 julio, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT –LXIV

La otrora España, líder de hazañas individuales tanto en el mundo del deporte como en otros campos de la ciencia y de las artes, cuyas gestas alcanzaron cotas de gran popularidad, se destaca ahora del resto del mundo por el consumo de la coca. Que es cosa de narices: lo que ya tiene su guasa. Somos los abanderados de la dañina droga, según nos advierte la ONU. La cuestión es para preocuparse porque ataca al sector más débil y también más engañado de la sociedad, cuando en realidad de lo que se tramaba era de adormecer sus mentes, preparándolas para el todo vale con falsos diseños de modernidad. Habrá que reconocer y también lamentar que a fe lo consiguieron. Pero no con la que mueve montañas que pese a su actual descrédito está por ver quien la mejore, pese a la nueva asignatura que el Gobierno nos pretende inculcar hecha en los laboratorios de lo políticamente correcto. Quizá, la razón esté, en el gran cambio experimentado en los últimos treinta años sin orden ni concierto, donde el “y nosotros más” ha sido el principal santo y seña de una marcha hacia delante navegando por el filo del barranco. Para ciertos sectores de la sociedad, tan progres como caducos, el consumo de droga fue señal de libertad, siempre dados a nuevos experimentos y cuyos resultados actuales nos describe ahora la ONU.

Sin embargo, aún hay quien considera de suma utilidad los designios del Señor, como el juez de Alicante que ha invocado a Dios pidiéndole ayuda en su trabajo. O al igual que los marinos de la America Cups que piden al viento que venga a empujarles. Lo que no sabremos es si Dios, o el viento, saben de colores y tomarán partido por unos o por otros aunque lo más seguro es que no los abandonen a su suerte, pues siempre habrá “alguien” que lo remedie.

Ha pasado un largo año y parece que fue ayer; lo que fue inicialmente un desastre nacional continúa siendo igual: las colas del verano para sacar el pasaporte siguen en su sitio aunque un poco más largas. Es muy difícil de comprender, que cuando la alta tecnología está al alcance de todos los españoles en el interior de sus viviendas conectados a Internet para hacer más rápida cualquier gestión, no suceda lo mismo en los despachos del Ministerio del Interior a cuyas puertas se forman colas tercermundistas de ciudadanos deseosos de un carné, condición ésta que pierden cuando se ven obligados a iniciar largas colas antes de que salga el sol.

Ya estamos en Julio cuando se inician las vacaciones. Suben los calores y la hipoteca sigue subiendo cada vez más cerca de las nubes; lo que provocará una fuerte insolación a quienes abandonan la ciudad hacía lugares de veraneo. Mal pintan las cosas para los que se deciden a veranear amenazados por los números rojos que ya no asustan a nadie. Dicen las Agencias de Viajes que el esfuerzo que se necesita para ser turista es cada vez mayor, así que lo mejor será conservar la energías quedándose en casa paseando por la brisa gratuita del Puerto lleno de visitantes que vienen a vernos. Y es que mientras unos van y otros vienen, los que se benefician son los de siempre, acostumbrados a vivir de los créditos cada vez más numerosos.

A los disparos de mosquetes y cañones, salidos a las calles desde los museos valencianos o de los corazones amantes de aquella epopeya nacional, hemos presenciado en nuestras calles el recuerdo de la reacción valenciana a la ocupación francesa de hace dos siglos que se cumplirán exactos el próximo año. Aquel acto patriótico, como el actual de su recuerdo, debiera de hacer pensar a tanto mercachifle nacionalista cuya única bandera es la de vivir del cuento. El hábil emperador, con su engaño, se apoderó de una tierra a la que tuvo que renunciar porque en todas las regiones de nuestra piel de toro surgió el orgullo herido del que manaba sangre española sin que hubiera una vena seca.

Los gestos de la ostentación son siempre pasajeros porque van con el sillón tapizado de viejo cuero y de maderas nobles, que aunque incomodo sólo sirve para que el ocupante se sienta más importante. Son como emblemas de humo de una locomotora en marcha que cuando se olvida en el rincón de los desechos, desaparecen, y son tan falsos como el aire que los guía, que cesan con el cargo.

Sin embargo, hay gestos que van en la naturaleza humana desde el día en que uno nace, muy propios de los de buena crianza. Son algo así como un tic marcado a fuego, lleno de orgullo y huérfano de complejos. Paco Camps, que cuando acude al viejo Mestalla ocupa su silla de siempre, evitando el palco Vip a cuya ostentación acude tanto acomplejado, ha jurado el cargo con su Biblia personal de toda la vida. Son estos los gestos que denotan la grandeza de la sencillez con los aderezos de una elevada personalidad.

La Copa del América, que ha llevado a Valencia a las primeras páginas de todo el mundo, ha supuesto el mejor impulso para la ciudad. Sus logros han superado todas las expectativas, y todo parece indicar que se queda con nosotros para otra nueva edición. En todo caso, lo que está claro, es que aquello de “Valencia vive de espaldas al mar” es pasado, y la estupenda dársena del Grao nos llena a todos de orgullo y satisfacción por todo lo que ha supuesto cada vez con mayor proyección. Su mejor contribución, como uno más de nuestros ya muchos emblemas, ha sido darle mayor auge al turismo nacional e internacional, que si siempre pasó de largo por Valencia y tantas veces sin apearse, ahora nos vienen a conocer desde cualquier lugar del mundo.

En esta ocasión, alcemos nuestro Perol no solo como señal de fiesta y alegría sino también como agradecimiento. Sobre todo a quienes han venido a vernos que han superado el millón de personas en sólo seis meses, y que sin ninguna clase de duda volverán a visitarnos.

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