19 julio, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - LXVI

Hacienda somos todos, pero algunos quieren escaparse por el foro, ajenos a la familia de la que huyen y con la que nada quieren repartir, salvo todo lo que puedan extraerle. Las “Agencias Tributarias Propias” se han convertido en el mejor regalo para los aficionados a los juegos nacionalistas, tan de moda, en detrimento del papá Estado, al que quieren absorber. Desean crear un puzzle federal, que bien pudiera resultar pequeños reinos de taifas, pero en versión republicana. Al Estado se le abren vías de agua cada vez más vomitivas, y sin capacidad de reacción, a la vista del talante de quien dirige la nave, que pese a sus órdagos, navega a la deriva. Aquello de que Hacienda somos todos es en la actualidad una foto digital creada en un photosop pirateado por los manteros con su falsa mercancía en la calle peatonal. Quizá es que Zapatero confíe en ellos, en el deseo de satisfacer su promesa electoral (tan incumplida como olvidada) de entregar un ordenador a cada dos estudiantes de nuestro mundo escolar comprado a precio de ganga.

Estamos en tiempos de los ajustes salariales y los alcaldes se dedican a ello con fruición. Los acuerdos son inmediatos, porque su estela alcanza hasta el último edil de pleno municipal, por lo que no hay razón para oponerse. Esta es la gran virtud de la democracia, que cuando todos están de acuerdo, ya no hay tiempo que perder, salvo el erario municipal que se recuperará con los impuestos recaudados gracias a la inhiesta honra del respetable ciudadano hace poco mostrada en las urnas. Dicen los que pactan los jornales, que a los salarios hay que subirles el IPC anual más unas pocas decimillas, por aquello de ganar la batalla (eso sí, muy lentamente) al poder adquisitivo. Pero eso reza sólo para los trabajadores por cuenta ajena. Los concejales, los que rezan y los que no, son por cuenta propia, por lo que el pacto no va con ellos.

Tan importante cuestión, no ha supuesto picazón por el momento, pese al inmenso calor que nos asola y que ha producido la presencia de medusas al acoso y derribo de los bañistas que resulta ser, también son ciudadanos. En su albina transparencia nos cogen desprevenidos, nos acarician con suaves movimientos, con mimo y sin ningún tipo de oposición, y… a rascarse toca. Sólo nos queda la ilusión de unas horas de playa gozando de la brisa que nos envuelve, recordando haber pasado por las urnas municipales para elegir a nuestros munícipes cada vez mejor remunerados.

Esperemos pues, que los pegajosos celentéreos plieguen sus sombrillas y desaparezcan de nuestras costas, tal y como se ha descompuesto el “Compromis”, nuestro aspirante a tripartito, que andan echándose los trastos a la cabeza unos a otros como vulgares trileros, cuya cátedra dominan. Y pese a su debacle electoral, piensan, en cómo y de que forma volver a la caza de incautos fáciles de engañar, empeño en el que no cesarán con su habitual estrategia de siempre, tan infame como falsaria, acorde con su ancestral costumbre agazapada en sus entrañas, y en la que a veces fenecen. Como es el caso de Gloria Marcos: al borde de la asfixia fruto de su propia miseria.

El chapapote flota otra vez sobre el litoral español y esta vez más cerca que nunca, sobre nuestras mediterráneas aguas. La marea negra es sucia, maloliente, pegadiza y con la intención de hacer daño allá donde se mece. Pero pese a ello, es aprovechable y hasta rentable para algunos. Se puso de moda en Galicia, cuando se paseó por la pasarela cantábrica dejando frutos para los aficionados a ríos revueltos y ganancias ciertas, ávidos de sacar provecho ante cualquier contingencia a la que siempre están alerta. Y como dio buen resultado, la pesca de cabotaje se repitió en aguas del Estrecho, como ahora en las de Ibiza. Nada mejor que politizar la tragedia fruto de los irresponsables que transitan por las aguas, en lugar de impedir la navegación a quienes no ofrezcan todas las garantías. Y es que la política necesita de ese perfil sucio, asqueroso y pegadizo del chapapote como los peces buscan las aguas limpias tantas veces escasa. Así es como se fragua un nuevo deporte nacional en el que todo vale, sin reglas fijas, desde el golpe bajo, al insulto personal: en el que participan complacidos quienes gustan de navegar por recodos pestilentes con los remos de la ignorancia.

Ya tenemos un nuevo Centro Comercial en nuestra ciudad, uno de esos que llaman “grandes superficies” y esta vez el aire libre, en el viejo río Turia. La policía ha incautado en sus “mostradores” cerca de 4.000 objetos, entre ellos comida, a los muchos puntos de venta sobre el césped cada vez más sucio, y cada vez menos verde. El negocio es todo negro, me refiero en lo mercantil, y su futuro de fuertes nubarrones: A no ser, claro está, que alguien rompa la inevitable tormenta y ponga remedio a tanto desenfreno. Nadie quiere responsabilizarse, y sería bueno, que una vez al menos, las “fuerzas vivas” de nuestra ciudad se pongan de acuerdo y nos den un buen ejemplo, al menos en esta ocasión.

Cosa que sí han hecho en la “zona residencial”, bajo el puente de Ademuz, que por la acción policial a la que ha dado fe un notario, los inmigrantes, allí alojados, se han dispersado por la zona dejando sus enseres, que por cierto no eran de ellos. Lo que no sabemos es si la escampada será con intención turística o cultural, para visitar nuestra ciudad. El problema es enojoso y la solución complicada; esperemos, al menos, que los perjudicados sean los menos, porque cuando un mal se esparce, es peor el remedio que la enfermedad.

Quienes no aceptan las órdenes son los bañistas en las playas, que pese a las banderas de peligro y las olas traicioneras, meten sus panzas al mar. Las Cruz Roja trabaja a marchas forzadas, contra vientos y mareas, y las multas hacen acto de presencia a quienes prefieren hacerle un regate a la muerte como si estuvieran en la calle de la Estafeta queriendo engañar al toro. Tal y como hacen los navarros, que por lo visto no se ponen de acuerdo después de un mes de negociación para ver quien les gobierna. Y eso que pertenecen a una sola provincia, cuyo viejo Reino, algunos por lo visto, prefieren ignorar.

Estamos en verano con fiestas por doquier. Al Perol la buenas intenciones, arriba las cucañas, y a disfrutar con ellas. Con la esperanza de que abunden y seamos más felices. Qué así sea.

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