12 julio, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT – LXV

Una vez pasado el verano el cambio de hoja es inevitable y aquel brote de la primavera lleno de vida, ya travestido en su otoñal tono rojizo, se postrará sobre la tierra para ser usado como cieno. La andadura es irreversible; y sólo los que quisieron ser hoja, siempre a merced y protección de un tallo protector, serán victimas de sus propias tribulaciones. No sucede lo mismo con las fuertes raíces arraigadas a la tierra a la que fortalecen, y que en su reciprocidad se alimentan.
Ignacio Pla, que quiso ser hoja volátil para airear su vanidad navegando por los vientos del fracaso, cuando le ha llegado su otoño, ha obviado los vientos que le azotan y prefiere aferrarse al cargo. No ha caído en el detalle, de que por ser hoja, también las del almanaque llevan la cuenta atrás de los días que faltan para terminar el año, o... pudrirse en el barro. ¿Cómo esperar de la frágil hoja un atisbo de dignidad? Demasiado para Ignacio Pla.

Queda aún todo el verano para la caída de la hojarasca zafia pero Zapatero ha querido mover el árbol y ha mandado un aviso al sobrero porque las cosas están ya muy claras. El talante de la falsedad y el de la mentira, junto al del olvido, intencionado o no, nunca hicieron migas, y el resultado está a la vista. El Zapatos, que jamás movió un dedo en beneficio de Valencia, ha dado un puntapié al aire provocando cambios mirando hacía nuestra Comunidad. El arrebato, no ha sido flor de un día, porque desde la debacle electoral de Mayo el Ministro de Administración Territorial Jorge Sevilla ha ejercido de Adelantado en la estrategia socialista a la que se ven tan necesitados. Jamás en la política española un cambio ministerial tuvo tanto tufo a valencianía como en esta ocasión, y pese a ello, el resultado está cantado. Ignacio Pla al Senado español, como pago a sus servicios, y los socialistas valencianos esclavos de su mimetismo catalán que, por su vasallaje ancestral o su incultura permanente, no pueden desprenderse.

Quien no debe estar tranquilo y durmiendo mal es Jorge Sevilla. Conocedor del resultado de las apuestas personales de Zapatero piensa si él será la regla, o quizá la excepción. Demasiado lastre para su cuerpo: Maragall, Sebastián, Simancas, Alborch. Sólo le quedará la opción de callarse, porque si habla, verá en sueños a Nicolás Redondo, Rosa Diez, Múgica, Buesa, Gotzone Mora, o tantos otros que disintieron y denunciaron las desvergüenzas del Presidente del Gobierno español. Sólo le quedará la esperanza de confiar en el tiempo, que tantas cosas soluciona.

O como aquel teléfono de la esperanza, lugar al que se recurría como solución de nuestros males, igual los del alma como los del cuerpo. Ahora, lo ha sustituido en parte la sangre humana, a la que se recurre encerrada en los cordones umbilicales que será útil en beneficio de los que padecen leucemia, tengan carencias en su sistema inmunológico o la puedan necesitar para combatir ciertos tumores cancerosos. Se trata de hibernarlos en nitrógeno líquido a 200º bajo cero cuya utilidad sirve por tiempo indefinido. La cosa pinta bien y es que cuando la ciencia se aleja de la política todos podemos dormir un poco más tranquilos, sin tener la preocupación de Jordi Sevilla si será uno más en una lista cada vez más larga acumulada por quien sabe qué resbalón.

En estos días, nuestro Gobierno valenciano anda ocupado en restaurar el segundo escalón ocupándolo con nuevos cargos, llamados los de confianza. Hay quienes ven en ello el amiguismo y la envidia florece, pues siempre lo hace en cualquier estación del año. La cuestión es compleja, porque ante una mala elección hay quienes ambicionan la escalada. Será cuando la piel resbaladiza del amarillento plátano, oculta a los ojos descuidados de quien lo encumbró, y tan útil, haga acta de presencia y tras el demarre traicionero le deje con el culo al aire. El segundo escalón es el de la profesionalidad que nada tiene que ver con lo político, pero ambos están tan juntos que lo más fácil es resbalar dando vueltas sobre si mismo según obliga la Ley de la Gravedad, que para eso está.

Trescientos nuevos vehículos dotados con GPS se han puesto a disposición de la Policía Nacional para vigilar nuestras calles procurando que no haya tumultos, menos claro está, los de las largas colas de súbditos en busca de un carné, en las que se pasan horas y horas con cara de tontos hablando mal del Gobierno. Con lo fácil que sería dejar un formulario en un buzón de cualquier Comisaría, más dos fotos a todo color y recibir el carné a los pocos días en el buzón de tu casa. Y no sólo desaparecerían las largas y cansinas colas sino que también bajarían las del paro. En cambio todo el sistema queda a merced de una aplicación informática siempre colapsada y lenta, para desespero del funcionario de turno que ya no sabe qué hacer.

Zapatero añora a José Bono y le ofrece la próxima Presidencia del Congreso. O sea, quiere quitarse de en medio a Manuel Marín, pero no se atreve. Algo le habrá hecho el Presidente al de la Moncloa, quien de esta guisa, nos enseña un nuevo matiz de su talante, ese del que tanto presume.

Ante tanto movimiento, sea o no debido al calor del verano, estemos atentos para llenar nuestro Perol de tanto chanchullo. Como no nos faltarán las sobras, lo tendremos bien fácil. Seguro que lo llenamos.

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