18 octubre, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - LXXIX

Abril, es el de las aguas mil, pero Octubre nos recuerda que es el de la “gota fría”, y aquí lo tenemos, fiel a su cita, imposible el ignorarnos y recordándonos una vez más que no se pueden poner puertas al campo, en este caso ramblas, por desgracia cada vez más utilizadas, pero casi nunca para limpiarlas. Precisamente ahora, cuando se están celebrando exposiciones en toda nuestra ciudad en recuerdo de la “Riua”, aquella la del cincuenta y siete, la riada por antonomasia.

Dicen los expertos que cuando se forma una masa inmensa de nubes sobre el mar y se dirige a gran velocidad hacia el interior chocando contra las montañas, se produce un fenómeno insostenible autor de fuertes precipitaciones que inundan y desbordan los cauces y nos causan la desolación. En aquella ocasión las aguas cayeron impetuosas por las sierras turolenses, allí donde nace el Turia, y junto a las que bajaban por barrancos paralelos, desbocaron en nuestra ciudad. Mientras que la “gota fría” de este año ha caído sobre La Marina, destrozando casas y puentes. Que tengamos tanta agua en otoño y estemos secos durante todo el resto del año, más parece una broma pesada de la naturaleza convertida un año tras otro en una batalla contra el agua imposible de vencer. Agua, que luego, calladita, se diluye por el mar con cara de no haber roto nunca un plato, como si nada hubiese pasado, reposando complaciente.

Dicen también los expertos, que la solución para la ciudad de Valencia está en construir un pantano en Villamarchante que regule el paso de las aguas, pero su ejecución se pospone. Para los políticos, confiados en que “la riua” no se repita y que en su caso, sea el nuevo cauce el que aguante todo el chaparrón, es un reto al destino sin la adecuada red de protección, porque llegado el momento se intuye la cantidad de agua que pueda caer, pero nunca la que queda por hacerlo, pues no sabemos la situación de las compuertas del cielo, ni su anchura, ni el agua que allí se almacena, aunque sospechamos que es mucha. Con lo cual, siempre estaremos a merced de la “gota fría” dispuesta a sus bromas, que no sólo son pesadas, sino que además arrastran, como auténticos torpedos, todo lo que encuentran a su paso apuntando hacía nosotros.

La gota fría, cual espada de Damocles pende sobre nuestras cabezas sujeta a sus caprichos, los de la naturaleza, como la próxima edición de la Copa del América a merced de las desavenencias entre Alinghi y Oracle por un quítame allá esas pajas, que nada tiene que ver con las cañas que se han adueñado del cauce del Girona a su paso por Beniarbeig, localidad que ha quedado partida en dos mitades, una vez destrozado el puente que las une.

Sin embargo, la gota fría que desune los pueblos rompiendo puentes, consigue luego que todos juntos luchemos contra la adversidad en acciones solidarias y fraternas respetándonos unos a otros, aunque sólo sea en unos días. Nada que ver con lo sucedido en la farsa de Franfurt, donde se ha tenido la desvergüenza de asociar con la Lengua Catalana, nada más y nada menos, que a las fallas valencianas, a nuestra paella, a las fiestas de Moros y Cristianos, apoderándose también de Joseph Renau por si no era suficiente el latrocinio cultural.

Inasequibles al desaliento, desde hace ya casi cuarenta años, no cesan por sus “países catalanes”, utilizando a la cultura como el más vulgar de sus desechos; aprovechándose, además, de la memez de algunos de sus “adelantados” como los son los alcaldes de Morella, Gandia y Sueca, vulgares iluminados que actúan en contra de la inmensa mayoría que ellos representan y “dicen” defender. ¡Cuánta ignominia, cuánta mentira y cuánta burrera! la de estos mercaderes respaldados por la espada de Damocles, que cual gota fría, utiliza como batuta la Academia Valenciana de la Lengua -como siempre más dedicada a las cosas del comercio que a defender la Lengua Valenciana- y ejecuta su desafortunada asistencia al falsario evento. ¡Habrá que preguntarles, qué han ido a defender en Franfurt!

La Ministra Narbona, una vez más, cicatera y con una gran dosis de pus pestilente en su boca, arremete contra los empresarios de la construcción como culpables de la riada de La Marina. Estos, han salido al paso declarándola persona no grata por su afán de politizar el desastre, cuando en este caso las aguas no han sido frenadas por ninguna urbanización, sino por la suciedad acumulada en el cauce del río.

Se debate en la Cortes la Ley de la Memoria Histórica, más bien, seamos claros, de la “mentira histérica”. El principal argumento lo basan en que durante la Republica, España era un paraíso: hasta que un día unos golpistas terminaron con aquel mundo feliz a cuyos perjudicados hay que desagraviar como si jamás hubiesen roto un plato. ¡Lo que hay que oír! La ley de la Mentira Histérica se viste de desfachatez y Zapatero divide cada vez más a España rompiendo una reconciliación zanjada, e induciendo al rencor, sobre todo en aquellos que quieren cambiar la historia como si de un calcetín se tratase, esta vez con remiendos.

Al Perol en esta ocasión a Ignacio Pla, “ese” que tantas veces denunció sobrecargas en los presupuestos de obras, dejando caer al mismo tiempo ciertos desvíos monetarios hacia los amiguetes. Tendrá que explicar ahora, dimisiones aparte, cómo una licencia de obras en su domicilio particular de Patraix que prevé sólo 3.800 euros, ha superado la cifra de los 100.000 y que además no ha pagado. ¿Habrá que creer en las mentiras de Pla, su habitual manera de entender la política, marca de la casa?

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