25 octubre, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - LXXX

Aquello de que por el mar corren las liebres y por los montes las sardinas correspondía al himno obligado en cualquier viaje escolar a bordo de un autocar de avance soñoliento, cuando por su morro desvencijado empezaba a exhalar el vapor de su agotamiento, tirando cuesta arriba hacía a la sierra y perdiendo algún que otro bulto de su baca. Se animaba entonces la excursión cantando con la voz de una muchachada incómodamente sentada por los asientos traseros de un vehículo ya para pocos trotes. Solucionado el conflicto, venía el contrapunto, arengando al conductor que acelerara si quería ser conductor de primera, o si de segunda, que tuviera cuidado con las curvas.

Sin embargo, todo esto corresponde a un pasado desconocido por muchos, especialmente por una parte de la juventud. Esa que en la actualidad está aborregada e inmersa en otros lances donde la cuesta arriba no existe, pero sí las carreras rápidas después de haber quemado un moderno autobús o los contenedores del barrio, o unas banderas, o unas fotos, practicando el vandalismo más radical al que han sido adoctrinados.

Y nada mejor que para este fin, que el recurso a las liebres y a las sardinas, pero en clave nacionalista, ésta que inventa historias inexistentes o que manipulan sus claves, que pese a estar perfectamente documentadas las tergiversan sin ningún tipo de pudor, provocando el enfrentamiento nacional que tanto desean.

Decía hace muy pocos años de forma clara, rotunda y contundente Francisco Vázquez, el ex Alcalde socialista de La Coruña, que con la enseñanza que se estaba dando a los jóvenes en los colegios de Cataluña, País Vasco y…”hasta en Galicia” –así manifestó su hincapié- “que en menos de veinte años habría una nueva guerra civil en España”. Al poco tiempo, Zapatero, lo mandó al Vaticano como embajador español ante la Santa Sede. Esperemos y deseamos que esto no ocurra, pero lo cierto es que hay quienes la buscan tal es el serrín que almacenan sus mentes.

Y algo, o mucho de razón tenía el Sr. Vázquez a la vista de los acontecimientos que estamos viendo y escuchando en parte de una juventud educada en lo políticamente correcto, cuyo esbozo se debe a un conjunto de especimenes, que si por algo destacan es por su más perversa inmoralidad. Y lo hacen desde una ideología decimonónica ahora modernizada con aires devastadores, destructores de la solidaridad, de la mano de estos políticos nefastos, autores del diseño, cuyas consecuencias pagaremos todos.

José Luís Carod-Rovira -que de verdad, no tiene ni su nombre- ha arremetido contra una pobre mujer desde la fuerza de su soberbia. Él, que dice Terol cuantas veces le viene en gana, o Conca, o País Valenciano -nombres inexistentes carentes de oficialidad- ataca despiadadamente a quien no tuvo ninguna intención de molestarle, mostrando su auténtica cara, la más vil y despiadada, en el mayor ataque frontal que pueda hacerse al seny catalán para vergüenza y escarnio del mismo pueblo, con seguridad abochornado por semejante mamarracho.

Es la época de las liebres y de las sardinas y…del talante, como también la del maquillaje, ambos tan unidos. Ajuste de cuentas, hecho de forma rápida y contundente en la sede de Blanquerías, allí donde se pregunta quién ha sido el autor de la masacre. La que ha culminado con el desembarco junto a las Torres de Serranos de las naves de Moncloa, con su Vicepresidenta al frente, en una maniobra dirigida con hábil maestría, nada nuevo por cierto, en esta legislatura. Naves, que como otras de éste mismo periodo, terminarán quemándose sumando una estela de cadáveres políticos, afición tan del agrado de Zapatero tantas veces puesta de manifiesto.

A la cultura de la mentira, se une la del botellón, cada vez más en boga. Según el Ministerio de Sanidad la mayoría de los jóvenes afiliados al calimocho son menores de edad, a los que por ley se le prohíbe venderles alcohol. Demasiado castigo – el de la mentira y el del botellón- para una juventud indefensa y engañada a la que se conviene utilizar cuando se desea cambiar el concepto de España. Mientras tanto, desde la Consellería de Educación se trabaja buscando la formula que recupere la autoridad del profesorado, y que una vez conseguida si ello es posible, redundará en beneficio de los alumnos, desnortados y victimas por las nefastas leyes educacionales de los últimos treinta años.

A bombo y platillo la Vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, se ha autoproclamado cabeza de lista por la provincia de Valencia en las próximas elecciones generales, por lo que ha iniciado un curso acelerado para ponerse al día en las cuestiones básicas que nos atañen (procurando evitar constantes meteduras de pata como las que hiciera Juan Ignacio Pla en su día), así como conseguir que nos olvidemos de sus constantes agravios contra nuestra Comunidad desde que accedió a su cargo. Vicepresidencia que consiguió, gracias a sus “meritos logrados” como Diputada por las provincias de Jaén, Segovia y Madrid, que como abeja de flor en flor libaba en busca de sustento. Al mismo tiempo, se ha iniciado un lavado de cara a Juan Ignacio Pla encaminado a buscarle alojamiento; y todo hace suponer que será el Senado Español; una vez, eso sí, conseguido el halo necesario para un sillón al que ya estaba predestinado.

Los dos partidos mayoritarios han roto sus negociaciones en torno al funcionamiento del Consejo General del Poder Judicial. Alcanzar acuerdos con el radical Ministro de Justicia Bermejo, más empeñado en nombrar a dedo a los jueces y altos puestos del entramado judicial que por el esfuerzo de unas oposiciones, es difícil, y más si cabe, cuando quizá por antiguas, la ideas de Monstequieu fenecen dando paso a las del talante, como emblema de la modernidad.

Al Perol pues con las liebres y las sardinas nacionalistas. Al menos, nos servirán para comer una buena “Espardeñá” escalfando un huevo encima regándola con un buen vino valenciano. El que nada tiene que ver con el cava que brindó Juan Ignacio Pla en el Delltebre, cuando el Presidente y la Vicepresidenta nos negaron el agua que por allí se pierde mar adentro.

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