22 marzo, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT – XLIX

Le llamaron el Siglo de las Luces al de unos Ilustrados que colocaron al hombre en el centro del universo como único dueño de la razón. Fue la primera piedra de un camino difícil, y que, pese a las enormes dificultades de toda índole en dos siglos de vencedores y vencidos, nos ha llevado hasta un mundo mejor, más libre y más justo donde la igualdad de oportunidades ha ganado un terreno que jamás tuvo. Sin embargo, en los umbrales de un nuevo siglo, aún estamos huérfanos de un nombre conque bautizarle, aunque ya se vislumbran algunos padrinos con sugerencias que nos advierten de un futuro muy incierto. Abandonamos pues las Luces porque nos faltan los Ilustrados y pasamos al pantano de lo ambiguo, donde una alfombra lustrosa, amañada, esconde síntomas de fragilidad; sin saber lo que queremos, ni siquiera hacía dónde vamos, aunque unos negros nubarrones no auguran nada bueno.

Las segundas partes nunca fueron buenas, dice el aforismo, y pronto vamos a tener ocasión de comprobarlo cuando aún está pendiente la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la legalidad del Estatut Catalán. Ahora Zapatero nos anuncia, desde el mismo engaño de entonces, que “Navarra será lo que quieran los navarros”; cuando la Constitución dice que la soberanía del pueblo español reside en el mismo pueblo y no en una parte de él. ¿De qué navarros habla Zapatero? Nuestro Presidente del Gobierno, que dice ser de todos, nos miente, y camina por la senda pantanosa de lo ambiguo y nos anuncia otra vez el “golpe de estado constitucional”. Se pasa la Carta Magna y la soberanía española por la entrepierna cuando está de frente, o allá por dónde la espalda pierde su buen nombre cuando se esconde. Y mientras tanto, el mundo abertzale sonríe complacido e infame.

La mujer, tras más de un siglo de reivindicaciones y de luchas constantes, ha conseguido abrirse camino gracias a su practicidad que no prepotencia, y a su constancia que no corporativismo. Y ha llegado a los puestos más elevados de una sociedad cada vez más igualitaria, cuya Constitución, como la nuestra, dice que nadie puede ser discriminado por cuestión de sexo. Sin embargo, el mesiánico Zapatero se saca de la manga una Ley por Decreto para que sea su condición de mujer y no su valía, la que la lleve a determinados puestos; lo que no deja de ser una muestra de desprecio a su esfuerzo de tanto tiempo. ¡Ley por Decreto! ¡Decreto Ley! ¿Acaso no les suena? Y como siempre, lo hace con sus mofletes hinchados, riéndose, y sólo él sabrá por qué. La Constitución Española contempla en todos los casos la igualdad hombre/mujer, por lo que sólo hace falta su aplicación. Las Leyes Especiales suenan a rancio, a demagogia insultante que como en esta ocasión, considera a la mujer como un ser débil necesitado de ayuda. O quizá sea lo contrario, que Zapatero quiere asegurar su sillón masculino a la vista de la constante superación de la mujer y garantizar con su Ley la permanencia del hombre en el poder.

Y hablando de Leyes a las que todos estamos obligados, aunque en ocasiones unos (los políticos) lo estén más que otros. Ocurre como en el famoso dicho de la mujer del Cesar, que no sólo debe serlo sino parecerlo. Ante unas elecciones municipales o autonómicas, las leyes no están para hacerlas sino para cumplirlas. Ignacio Pla y Carmen Alborch, que muestran sus caras sonrientes impresas sobre la amplía cortina que oculta la fachada de su sede de Blanquerías, se publicitan en contra de la Ley, por lo que la Consellería de Cultura, a cuyo requerimiento no han hecho caso, para evitar este precedente en perjuicio de terceros que sí cumplen con la Ley, se ha visto obligada a acudir a los Tribunales. Mal ejemplo es éste, sobre todo cuando lo lleva a cabo el partido político que gobierna la nación.

Algo extraño sucede en las entretelas del Poder Judicial que nos deja atónitos. Algún Robespierre mueve sus hilos en beneficio del etarra Otegui. El que unas elecciones marquen la agenda de la Justicia ya no debe sorprendernos en este mundo de despropósitos cuyo personaje principal, el esperpento, se ha apoderado de la vida política, legislativa y judicial en la actual legislatura Zapatero.

La Juez de Instrucción ha archivado la causa penal del accidente ferroviario en el Metro de Valencia por entender que no es imputable a la Generalitat. ¡A buenas horas, mangas verdes! La izquierda, en su constante manipulación ya había “probado”, juzgado y sentenciado como culpable al Gobierno de Camps. Los falsarios de siempre, los que se autoproclaman defensores del Estado de derecho, seguirán exprimiendo el jugo hasta las elecciones sin ninguna clase de respeto hacia los familiares de las victimas, a las que también utilizan para el más infame de los propósitos: aprovecharse de sus muertos. Lo más lamentable en toda esta desvergüenza es la decepción de los familiares por culpa de la manipulación a que se han visto sometidos, si no era ya suficiente, la desgracia que se había cebado en ellos.

Qué pena tener que meter en nuestro Perol al Poder Judicial en pleno, que por estar a las órdenes del Ejecutivo, exculpa a quien de él mismo se burla, le ignora y le obliga a su busca y captura en su casa de Elgoibar para montar en sus calles un acto de exaltación etarra. “Nada tiene este Tribunal contra usted; queda en libertad”… (A sus ordenes, Sr. Zapatero). De pena.

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