16 agosto, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT – LXX

Cuando no pasa nada en el transcurrir de nuestros días y nos instalamos en la más absoluta desgana, recurrimos a todo tipo de peripecias, tan repetitivas como aburridas, con la intención de distraernos, pero sin lograr conseguirlo. Y en su total vacuidad, sólo nos queda el recurso de contemplar atónitos, una vez levantada la veda, los culebrones de verano tan propios de ésta época del año, utilizados a toda página por los medios de comunicación. En cualquier agosto de cualquier año sucede lo mismo, y todo lo que leemos nos suena de una vez, o de muchas, por lo que no hay que sofocarse, pues ante cualquier tipo de contrariedad, siempre supimos salir, eso sí, envueltos en el más dulce de los aburrimientos. Pero basta que te mojes y digas que no sucede nada, para que las aguas te sequen, dejándote con el culo al aire. Confiados en el plácido hastío, un terremoto nos ha sacudido en trescientos kilómetros a la redonda con la música de sus crujidos y el baile de los muebles que visten nuestras casas. Su epicentro ha sido Pedro Muñoz, un pueblo manchego con nombre de amigo, como aquél que todos tenemos y del que uno no puede fiarse. Así pues, lo mejor es callarse y no hacer nada, al menos durante unos días, desconectados de todo lo que nos rodea y metidos en un libro del que aprender, manteniendo el más pulcro de los silencios.

No obstante, nos reconforta saber que después de las obras que inundan la ciudad –que para eso está el verano- nos servirán para algo, aunque algunas, por lentas, las penaremos hasta bien avanzado el próximo año. Ahora toca sufrir la caída de la bolsa que está por los suelos, pero sólo a unos cuantos, pues en eso de los valores no todos participan por igual, sean éticos (ahora llamados educación para la ciudadanía, la cuestión es cambiarlos) o cristianos, o como es el caso en los referentes a los del vil metal, que aunque despreciable todo el mundo desea. Dicen que la culpa es por las hipotecas, que en esas sí colaboramos todos en perjuicio de la cesta de la compra que, apenas mencionada, ha dejado de aparecer en los medios de comunicación.

El auténtico culebrón de este verano ha sido el esperpento de Navarra, que no nos ha dejado indiferentes y ha hecho correr ríos de tinta disfrazado de cierta guasa. Salpimentado por Zapatero, acostumbrado como está a dejar “cadáveres” en su estela, y aliñado por la prensa. Todo un ejemplo del más puro talante Zapatero, mando a distancia incluido. Una vez votado en el parlamento navarro y resuelto como Jefe de Gobierno al del partido vencedor de las últimas elecciones y de acuerdo con sus propias reglas pactadas por todos, ha dejado, sin embargo, demasiadas heridas abiertas y algún que otro disgusto. Creíamos instalada la democracia, pero por algunos culebrones, como este que nos ocupa, nos hace dudar de ello.

Pero no todo es tan complicado y difícil. Unos científicos alemanes, dicen que la batería de un teléfono móvil podrá reponerse gracias al calor de la propia mano, al igual que otros aparatos necesarios para el control de cuerpo humano, pendientes del ritmo cardiaco o de la hipertensión. La energía necesaria para tales aparatos se consigue gracias a la diferencia de temperatura entre ambientes cálidos y fríos. Se trata pues de aprovechar la variante entre el calor que produce el propio cuerpo humano y la existente en su entorno. Lo ideal sería, que ahorráramos en telefonía lo que nos gastamos en la hipoteca, mas temo que nadie lo crea, y más si cabe, ante tanta falta de cobertura a como estamos acostumbrados, por lo qué el invento puede que escatimé, pero no aliviará a nuestros bolsillos cada vez más vacíos.

Pese a ello, siempre es bueno llevar unas monedas en el fondillo del pantalón a disposición de “los gorrillas”, que con su espíritu servicial ejercido con gran maestría, nos ofrecen el mejor lugar donde aparcar. En estos días se han apoderado del paseo marítimo, bajo el sol playero, del que sin embargo, nada quieren saber. Ellos van a lo suyo, y su trabajo está penado con 500 euros, pues infringen la ley municipal que menos mal que no se aplica, en este caso para ellos, pero en perjuicio de los que tienen que aparcar rascándose el bolsillo. El conductor, temeroso de la amenaza a la integridad de su coche, claudica, y compra su seguridad por unas pocas monedas, cuya cuantía, ni perjudica a nuestra hipoteca ni libera nuestro miedo, porque en ocasiones, de vuelta al coche, lo encontramos desvencijado, con los cristales esparcidos por el suelo y revuelto en la mayor de nuestra impotencia.

Así pues, hay quienes reparten lugares donde aparcar el coche en estos tiempos de calor, mientras que la inefable Ministra del Medio Ambiente, Cristina Narbona, que cada vez que viene a Valencia lo hace para engañarnos, plantea repartir botellines de agua desalinizada por las costas valencianas a los que plácidamente descansan sobre la arena a la orilla del mar en sus días de vacaciones. Y es que la mar es muy sufrida, y lo aguanta todo: hasta la salmuera que la Ministra piensa desembocar en sus aguas. La campaña propagandística, al más puro estilo manipulador de su partido, es: “El mar, fuente inagotable de vida” y con ella, nos quiere refrescar la boca y de paso comernos el coco. ¡Qué bien lo sabe hacer! Que se sepa, el problema de nuestra Comunidad no está en la falta de agua para beber, sino para regar. Pero es igual, lo suyo siempre ha sido engañar a la gente con la picaresca del “gorrilla”, más su caradura de siempre.

Elijamos la mejor opción del verano que es la de no hacer nada, pues siempre nos vendrá bien. Al menos para reponer fuerzas y desconectar del estrés que no rodea. Dejemos de lado el Perol hasta Septiembre, pero con Cristina Narbona dentro, el mejor lugar para tan siniestra dama, que con su mirada atrancada por sus legañas, fija su atención en nosotros a través de las rendijas de sus persianas bajadas, e incapaz de mirarnos a cara abierta. Qué así sea.

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