08 noviembre, 2007

ESPARDEÑAS Y PEROL TRENCAT – LXXXII
De siempre, cuando encendemos un cigarrillo y nos lo llevamos a nuestros labios, al último que nos dirigimos es a nuestro propio cuerpo, del que pasamos sin pedirle permiso, como si poco o nada nos importe, ignorándole, dejándolo indefenso. De jóvenes, ni siquiera se lo pedíamos a nuestros padres, a los que sin embargo tratábamos de Vd. Y cuando necesitábamos dinero para proveernos del cigarrillo presumiendo de hombrecitos, sólo nos atrevíamos con nuestros abuelos a los que engañábamos sin pedirles permiso para que nos dejaran fumar.

Queremos pues vivir en un mundo libre donde nadie nos impida nuestro buen gusto por las cosas, aunque a veces sepan mal y nos causen tos, momento que aprovecharemos para echar la culpa a otro, en este caso al Gobierno. Al que acaban de demandar dos abogados valencianos por no incluir la fecha de caducidad en el paquete de tabaco de producción nacional. Igual no tenían nada que hacer y echaron unos pitillos para comprobarlo. Temen, que una vez pasada la fecha de seguridad, cualquier cigarrillo en mal estado pueda producirnos algún cólico, o un sarpullido en los labios, o váyase a saber qué. Lo que ya no es importante y por lo visto intrascendente, es que en el paquete nos adviertan de su mortalidad y de ser el causante de otra amenaza que de seguro nos llevará al mismo sitio, porque llegado el caso, ya no tiene solución y echar la culpa al Gobierno será un imposible.

Aldous Huxley nos hablaba de un mundo feliz en el que todo era una mentira. Crítica mordaz que en nuestros días no es ninguna novedad. La historia, que siempre nos habla del pasado y nos cuenta lo mal que lo pasaron los encargados de hacerla, es en nuestros días como una película que no nos gusta; y para hacérnosla grata nos montamos la propia. Huxley, sabía de eso, y hoy, escribiría lo mismo, aunque quizá cambiando el título: “un mundo de mentiras” sería tal vez el elegido, el más comercial, y tan de actualidad. Quien también sabe de eso es Zapatero, utilizando la mentira a la perfección y sacándole el mejor de sus frutos: sólo necesitó el momento justo para hacerlo, el que por cierto él no esperaba. Desconocida la fecha de su ejecución, no tenía por qué saberlo.

Cuando dos se calientan es imposible que se pongan de acuerdo. Cada uno nos dice una cosa, normalmente contradictorias. Hemos oído del peligro que acecha nuestras costas por la elevación del nivel del mar debido al cambio climático. En cambio, un tal Canziani y desde la ONU, nos alerta de la disminución del tamaño del Mediterráneo, y la razón es el misma. Así pues, ya no sabemos a quien hacer caso: a quienes nos están diciendo que moriremos ahogados, o a quien nos avisa que al ser las playas más profundas tendremos más sitio para la tumbona en las horas del baño. Sería bueno que ambos se pudieran de acuerdo y mucho mejor aún que fijaran fecha de caducidad, en este caso de alarma, no sea aparezca algún picapleitos y demande al Gobierno.

Juan Lerma, a lo abuelo Cebolleta y ahora gestor del desaguisado socialista, se ha iniciado en los viejos cuentos de hazañas imperiales contándonos historias ridículas que ni él mismo se cree. De su Valencia, semáforo de Europa, cuya visita turística era de un par de horas a la actual, existen un trecho tan grande como lo es su cara dura. De canoso pelo y muy bien cuidado, gracias a sus largas horas libres en el Senado donde mangonea sin dar golpe en su faceta de un agradecido Angel Siseñor, contento con su buen sueldo y mejores dietas, en su barba igualmente blanca y retorcida se esconden las antenas de sus mentiras. Mejor sería que recordara aquellos años de Gobierno Socialista dedicados a un Plan Hidrológico Nacional que contemplaba el trasvase del Ebro y que no hicieron porque los dineros los “dedicaban” a otra cosa. Y fue él, quien junto a Cipriano Ciscar se dedicaron ambos a catalizarnos, lo que le llevó a la oposición, cansados los valencianos de tanta jeta, cuando aún no le era albina pero con el vigor necesario para medrar en una carrera política, su único oficio de toda la vida en beneficio propio y muy pocas veces de los demás.

El Partido Socialista valenciano, que por lo visto no escarmienta, ahora se dedica a montar sainetes; pero en lugar de hacerlos en el teatro de barrio, ahora lo hace en la calle. Ajenos al protocolo – reglamento que no ignoran- tres diputados valencianos se han presentado ante el mismo “Palau de les Arts” para comprobar los daños producidos por las lluvias de Octubre, a sabiendas, claro está, de que no les iban a dejar entrar. Conscientes de ello, y con el fin de hacer ruido y llamar la atención, se llevaron a cuestas un grupo de fotógrafos y periodistas, más algún que otro acompañante embaucador como hacen los vulgares trileros en las aceras de la calle de Játiva timando a la gente. Qué pena que tengan que recurrir a estas artes, quienes tienen la obligación de hacerlo desde sus escaños, en esta ocasión desprestigiados por una actitud zafia, mentecata y circense de quienes por desgracia les pertenecen.

Hay quienes trabajando muchas horas y con pocas de descanso se ganan el sueldo día a día con el sudor de su frente y su jornal suele ser el del salario base; sin embargo, otros, lo pierden muy de tarde en tarde y su cuantía es enorme. Los desatinos de Moratinos y las torpezas de Zapatero nos han hecho hacer un ridículo muy grande ante países que sin embargo son pequeños. Las relaciones cordiales con Marruecos atravesaban un gran momento, nos decía el Presidente superados los problemas con Perejil. ¡Pues, menos mal! Lo del Chad, ya es de nota. Y uno se pregunta, de lo que presumiría el ZP si liberase a un francés preso en un país extranjero. ¡Nos hemos ganado el sueldo Moratinos!, le diría saliendo en la “uno”, en horas de gran audiencia.

Considerar por parte de "desatinos" que es normal que Marruecos defienda “lo suyo”, o que, los Reyes de España hayan ido a Marruecos, como se le ha escapado al Pepiño, es motivo más que suficiente para meterlos juntos en nuestro Perol y darles fuerte; sobre todo por palurdos.

No hay comentarios: