17 agosto, 2006

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT – XI

Nos decían que la familia que reza unida permanece unida. Hace mucho tiempo de eso y puede que algo de cierto haya en ello. Hemos tenido el tiempo suficiente para saber si en tal empeño, el consejo era o no bueno. ¿Qué es y qué representa la familia? Por mucho que elucubremos sobre ello llegaremos a la misma conclusión. Sea en cristiano o ateo, en pagano o en musulmán, la familia es lo primero. Y por mucho que pretendamos, en nuestra colección de rarezas, hallar la más difícil, la que creamos que nos dé mayor valor o importancia, por meritoria que resulte la industria, nos resultará muy difícil dar con ella. Porque nada sustituye a otra cosa. Siempre será algo diferente. ¡Creced y multiplicaos! Lo dice la religión, pero también lo pide la naturaleza. Así se resume la cuestión y aunque suene a rancio, qué ya lo sé; qué alguien me diga si existe o no, mejor exposición.

La letra con sangre entra. Es lo que nos decían aunque ya no lo impongan. Sin embargo, nos dimos cuenta que era muy cierto. Sacrificio, constancia y preserverancia. Todo es como nosotros lo vemos, por más que nos digan, los agoreros, los encargados de conducirnos hasta su puerto salado, hasta su dársena, en la que quieren meternos en fila o en columna, alineados, enclaustrados y con la mirada al frente, como más controlados, para marcarnos su ritmo en el cajón de lo políticamente correcto.

Qué gran frase aquella de que no hay nada nuevo bajo el Sol. Tantas y tantas veces escuchamos los cantos de sirena, aquellos de montañas nevadas, de prietas las filas, de parias de la tierra, o de la lucha social, que hemos llegado a darnos cuenta de que lo único que vale la pena es aquello que pocas veces nos traiciona y que en los momentos extremos acudimos, la familia.

¿Qué alguien o algo quiera poner a la familia en el lugar digno que le corresponde? ¡Bienvenido sea! Qué hay de malo en ello.

Mi padre, qué en buen sitio esté, jamás me aconsejó ir a la Iglesia. Pero siempre me dijo, qué si a ella iba, nada malo aprendería. Y tenía razón. Porque las cosas malas se aprenden en otro renglón de la vida. Qué cada uno marque, a sangre o a tiza, la línea que separa las buenas de las malas. Yo lo haré siempre con tiza.

Valencia acoge el “Encuentro Mundial de la Familia”. ¡Bienvenido sea!

Y entre tantas familias tenemos las políticas, tantas veces enfrentadas y en ocasiones hermanadas. El ejemplo lo tenemos en estos días. Los partidos políticos, como siempre, elogiando a la Justicia cuando es de su agrado o repudiándola en caso contrario, cuando sus decisiones perjudican los intereses del partido. Qué el PSOE y PNV, junto a algún otro más, carguen contra un Juez, es mala cosa. Y más en dos partidos que gobiernan. Tendremos que llegar a la conclusión de que el respeto a la independencia de los tres poderes, -el legislativo, el ejecutivo y el judicial- es una quimera.

¿Es esto procurar el Estado de Derecho? Pues más bien no. Qué no se extrañen pues, que la gente llana y sincera deje de creer en las familias, en este caso las políticas. La Justicia recibe “palos” de una parte, la de los políticos, mientras que los de la otra arremeten a base de coces y patadas. Y si ambos contendientes son los que tienen que procurarnos el proceso de paz, mucho tendrán que rezar a San Judas Tadeo, Patrón de los Imposibles, para conseguirlo. Seguro que Benedicto XVI en su encuentro con las familias y al tanto del proceso de paz, lanzará sus preces para este fin.

Y no estaría de más que también pidiera al cielo el agua que necesitamos. Aunque seguro que lo hará con mejor estilo que el que utiliza la impresentable Ministra del Medio Ambiente, Cristina Narbona, que se atreve a demandar a los Ayuntamientos que pongan en marcha medidas contra el llenado de las piscinas. Ignora la zafia mujer que ya desde hace muchos años, los Ayuntamientos valencianos, han puesto sus miras en este asunto. Lo que en verdad nos hace estar secos, es la derogación de un Plan Nacional que contemplaba el suministro para todos en base a las disponibilidades de cada cual y en todo el territorio español. Hay que ver la fijación que nos tiene la Ministra. Ya veremos lo que se le ocurre en su próxima visita. Quizá nos aconseje algo parecido a las restricciones de los años cincuenta, o nos acuse de beber mucha agua o nos trate de narcisistas con una higiene desmedida.

El perol trencat de estos días es la bóveda, abierta a la luz, de la Catedral de Valencia. Por primera vez desde hace trescientas cincuenta años se observan las plementerías por donde entró, en el siglo XV, el primer renacimiento italiano en España. Abierta como una granada vemos ángeles con liras y trompetas con sus glorias al Creador. Qué para nosotros signifiquen los granos de la esperanza a la que jamás debemos renunciar. Qué así sea.

Junio 2006-06-29

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