17 agosto, 2006

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT – XII

Ya estamos en el verano esperado durante todo el año, el de las vacaciones, y todos queremos huir un poco de nosotros mismos. Al no poder cambiar nuestra piel lo hacemos de lugar. Pero algunos regresaran más morenos y con varios kilos de más. Dicen que los viajes son para la gente acomodada pero no es del todo cierto porque hasta las ofertas del dos por uno han llegado a El Corte Inglés. Por Internet abundan las gangas aunque será necesario tomar alguna precaución no sea que nos cambien el sitio elegido y nos conduzcan hasta un todo a cien, sin playa, sin nada que mirar y quizá sin nada que comer. A muchos les ocurrió algo de esto.

Las rebajas de verano se muestran esplendidas y nos llaman a la puerta hasta los días de domingo. Mientras tanto, los gimnasios se llenan de jovencitas donde aligerar algún michelín para lucir mejor la figura con su modelito de bikini recién comprado en el mundo feliz de las rebajas.

Hasta que llegue la hora de la huida no tendremos mas remedio que consolarnos con el frescor de la ducha, el bañito en la playa o en la piscina, pública o privada, que son los mejores acompañantes posibles para estos días de calor. Al mismo tiempo los políticos también dan sus últimos coletazos succionados por el efecto Zapatero. Estamos en las horas de su mayor protagonismo por lo que nos está llevando a la eclosión del famoso talante y en todas las comunidades autónomas, ellos, los políticos, reclaman sus derechos inalienables. Es la hora de las oportunidades y nada quieren dejar para Septiembre. Mientras unos piden la propiedad de los cauces de los ríos, otros piden la de sus caudales. Y muchas veces las dos cosas. Esta es la Torre de Babel Zapatero, en la que es imposible entenderse por la sencilla razón de que aunque quieran convertir en Ley el problema del agua, la mentira que utilizan o el egoísmo que en ella se esconde, no es una buena solución.

La novedad de este verano es el carné por puntos para la circulación por calles y carreteras.

- Tenga Vd. –Nos dice la ley - Le doy doce puntos, gratis, sin nada a cambio, y empecemos la jugada. Le iré restando cuando Vd. se porte mal y una vez sin fondos, tendrá que abandonar la partida.

Puede que resulte y hasta funcione bien la cosa, aunque en estos tiempos que por todas partes nos restan algo, el quedarnos sin carné quizá nos dé la sensación de que podamos ser una victima más de tanto robo y agresión. Aunque en estos casos, de caras y costillas rotas, no nos quiten los puntos sino que los ponen. Díganselo si no, a ese buen hombre de cincuenta y siete años que después de ser robado y agredido lo tiran al fondo de un solar en construcción.

En cierto modo el carné con puntos es al revés de lo que fuera antaño el Cupón Regalo Comercial, tan de moda en los cincuenta. Aquello nos inició en la costumbre de la colección de puntos para tener un premio gratis. Se iban pegando en una libreta y al completarla nos daban otra. Así seguíamos acumulando puntos hasta conseguir un pequeño regalo o en el caso de sumar muchas más libretas, llegar a los mejores obsequios que solían ser utensilios para la cocina de nuestro hogar.

Las prisas siempre malas consejeras parece ser la causante más probable del terrible accidente del metro de Valencia. Quizá la fatalidad que nunca perece. Demasiados muertos por culpa de querer ganar unos minutos. Esto sucede con frecuencia, lo de querer ganar al tiempo, y deberíamos de darnos cuenta, ya de una vez por todas, que los momentos en que vivimos avanzan de forma imperceptible. Deberíamos pues acoplar nuestros relojes a esa velocidad, aunque temo que eso es muy difícil. Sólo nos queda lamentar el hecho y aprender de él, procurando viajar siempre por los caminos del sosiego, aunque el dolor de las familias jamás tendrá remedio.

Bueno será también, que se revisen no sólo raíles y catenarias sino que se aligeren los planes de reposición en todo el entramado del metropolitano, porque cuando se circula embutido por las entrañas de la tierra, la seguridad de salir a superficie no debe dejar ningún resquicio de duda.

La Valencia seca de agua y amarga de dolor verá en los próximos días, ya lo está sufriendo en éstos, a buitres a la caza del voto. Se harán ver y oír ante los medios de comunicación con sus gargantas hambrientas para sacar tajada de la tragedia.

Valencia en estos días está triste, y cambia de color. Los blancos y amarillos que van surgiendo por todas sus calles se salpican con el negro del dolor. Qué todos juntos sirvan para algo y, al menos en está ocasión, veamos el perol trencat repartiendo esquirlas de buena voluntad. Qué así sea.

Julio 2006-07-06


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