17 agosto, 2006

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - XVII

Después de mí el diluvio, dijo Luís XV despreocupándose de si mismo. Lo que no dijo es que igual podrían caer flores que púas de puntas envenenadas. Cualquiera sabe… Los actuales partes médicos en la Cuba castrista nos recuerdan de algún modo nuestros tiempos pasados. Al mismo tiempo, vemos un pueblo fiel que clama por su líder, sin darse cuenta que dentro de unos pocos años serán ellos mismos quienes acusarán al dictador de mil y una infamias. En la Playa de Varadero hay un kiosco de prensa al que todos los días se acerca un cubano para ver una esquela en la portada. Cuando el vendedor le dice, que las esquelas van en el interior, el curioso le contesta, que la que él espera sí estará en todas las portadas de la nación.

Sin embargo, veremos colas de gente en las calles cubanas y no para comprar el pan, sino con lloros y promesas de fidelidad hacia su jefe, como las que en su momento conocimos en los aledaños de la Plaza de Oriente los que estamos ahora por encima de los cuarenta.

Las guerras, como la actual de tierras santas, que nunca las hicieron los pobres las instigan “los otros”: los políticos, los idealistas y los credos religiosos. Y también los militares, gentes austeras y honradas, que a veces se convierten en grupos electrógenos de emergencias para poner orden ante cualquier desaguisado; aunque en ocasiones, con su poder omnipotente, se sucedan así mismos.

Los pobres, decía, no hacen las guerras pero son los únicos que participan en ellas. “Los otros”, los instigadores, se reúnen en sus foros de Babel, salen en televisiones llamando al odio o tratan de justificar con su pluma agresiones terroristas como si actuaran en la defensa del oprimido. Pero estos, o sea, “los otros”, nunca enseñan sus caras en los campos de batallas.

Pernando Barrena nos alerta que es mentira que el Proceso de Paz sea irreversible. No hace falta que lo diga, por más que el Zapatos nos quiera contar un cuento imposible en el que una de las partes, el entorno etarra, va a aceptar tanto la Constitución Española como el juego parlamentario.

Vaya diluvio el que nos espera en estos tres frentes instigados por “los otros”. Esperemos que la salvadora Arca de Noe nos aparezca pronto y que no resulte cobijo para este grupo de instigadores que incólumes, procurarán auparse en ella.

Pero a otros que no a “los otros”, todo esto no les dice nada. En cualquier manifestación entonarían el ¡nos, no queremos saber!, preocupados como están, no en pensar sino en comer. Son los inmigrantes ilegales, cuyo problema la Vicepresidenta del Presidente dice qué no sabe cómo resolver. Cuando uno se acostumbra a viajar en cruceros de lujo, los cayucos permanecen ocultos al poder entre las brumas del mar.

Como tampoco sabe la Ministra de nuestras desdichas, quién una vez más y ya van unas cuantas, vuelve a su acostumbrado ataque contra los valencianos acusándonos de que no tomamos medidas contra la sequía. El problemas debe ser que los valencianos no sabemos acostumbrarnos a la pequeña ración de agua que nos ha asignado Zapatero. El Consell ha lanzado un SOS al Gobierno socialista que hará oídos sordos y cerrará los ojos ante el caos que nos asola. El Ebro, en Amposta, desagua todos los días la solución que Valencia demanda, pero Zapatero desea la compuerta abierta. Así pues, el Consell valenciano por una parte y por otra el Gobierno Zapatero, que desoye los consejos de la ONU de establecer el criterio del trasvase, está en una guerra permanente que como todas, tampoco la han hecho los pobres. Y éstos, pese a los que diga la infame Ministra de Medio Ambiente, no somos el pueblo valenciano.

La chulería de esta mujer es tal, que no sería de extrañar que en su fuero interno nos está mostrando su culo al aire, al igual que lo hizo, ahora nos hemos enterado, un vecino de Terrateig al mofarse de otro que le exigía respeto.

Y para chulos, ahí tenemos a Pascual Maragall, que después de cierto tiempo callado, vuelve con sus soflamas torticeras llenas de engaños ante un pequeño pueblo de treinta y un habitantes. Lo que no quita para que la Guardia Civil tuviera con él la conveniencia de la prueba de la alcoholemia que seguro daría positivo; dada su afinidad al creador de sus loqueras.

Así pues, metamos juntos en el perol a la desdichada Cristina Narbona y a “los otros” e intentemos el trencat para que rompa en mil pedazos. Será muy difícil la tarea y puede que no lo consigamos, pero al menos, en esta ocasión, nos divertiremos dando palos. Qué así sea.

Agosto 2006-08-10

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